Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le
fue restaurada sana como la otra. ~Mateo 12:13
Esbozando el texto
bíblico, el Señor después de haber salido de aquel encuentro con los fariseos
de la época, vino a la sinagoga de ellos. En aquél lugar había un hombre que
tenía la mano seca. Los fariseos preguntaron a Jesús, adelantándose al milagro
que habría de hacer, para poder acusarle: ¿Es lícito sanar en el día de reposo?
(Mateo 12:10). El Señor Jesús respondió al reclamo con dos argumentos. Primero,
si cae una de sus ovejas en un hoyo, ninguno de ellos la dejaría morir, no
solamente porque es su propiedad, sino porque esto sería crueldad (Mateo 12:11);
y segundo, un hombre vale más que una oveja. El Señor mostró entonces su
autoridad al señalar que era lícito hacer el bien en el día de reposo.
La última palabra la
tiene Dios aunque no nos guste. Aunque como los fariseos busquemos ocasión para
desmentir o suavizar el mensaje de la Biblia, este mensaje incólume es
predicado para que sea hecha la voluntad de Dios. El Oráculo Santo, la Carta de
Dios a la humanidad tiene la última palabra y es la razón de nuestra existencia.
La Palabra de Dios es nuestra única regla de fe y práctica y debe ser
escuchada, porque allí se manifiesta la voluntad de Dios para los hombres.
Como los fariseos,
tratamos de poner reglas y normas humanas en todos los aspectos de la vida
cristiana. La verdad es que todas las cosas han de converger en la Palabra de
Dios que a través de los siglos resuena en la conciencia, el alma y los
sentimientos del hombre. Es lícito hacer el bien en cualquier circunstancia
(Mateo 12:12). Dios nos ha enseñado en la persona de Jesucristo a amar a los
demás porque el amor centrado en la voluntad de Dios nunca constituye un
pecado, por el contrario, ese debería ser nuestro empleo espiritual.
Aprendamos del Señor
que es manso y humilde de corazón (Mateo 11:29). Las críticas a nuestro trabajo
en el Señor siempre están presentes. Las murmuraciones, la traición, la
oposición, el desacato y el descrédito es parte de los ataques de satanás para
desanimarnos de ser fieles, y en algunos casos lo logra con el desánimo. Con
argumentos artificiales de mentes almidonadas y corazones endurecidos por la
falsa religión que aparenta ser bíblica, nuestra fe se ve amenazada al fracaso;
pero no debemos cejar porque nuestra fe no está basada en modelos humanos, sino
en la imagen de Dios a través de su Hijo Jesucristo.
Dios siempre ha tenido
la última palabra en la ciencia, en la fe, en los derechos humanos, en la
justicia, en nuestra casa, en las situaciones difíciles de la vida; solo que no
hemos querido escuchar. Al final de nuestra existencia, cuando no nos quede
nada más que hacer o decir, cuando estén a punto de romperse las cuerdas que
nos atan a esta vida, solo una cosa nos quedará, y esa es Dios, que es la
última palabra (Apocalipsis 1:18). Si hemos creído y obedecido al Señor,
entonces nuestras vidas secas por el pecado cobrarán nueva vida como la mano de
aquel hombre sanada por el Señor (Mateo 12:13).
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